El concepto nace de un refrán en inglés: “Más vale un pájaro en tu mano que dos en el arbusto”. La paradoja expresa que a pesar del dicho las personas tienden a hacer lo contrario en muchas áreas de su vida.
‘Más vale pájaro en mano que cientos volando’, decimos en español. Situación que nos lleva muchas veces a encerrarnos y no arriesgar, pensando en seguridad. Podríamos decir que es una de las grandes responsables de que muchas personas no salgan de la zona de confort.
Para mí la paradoja es que no salir de la zona de confort es más arriesgado que quedarse en ella.
Quizá hasta hace 50 años llevarnos de tal dicho nos permitía vivir tranquilos cuando teníamos 1 ave en la mano. La realidad de hoy es diferente. Posiblemente ese pájaro nos de comer un día, pero mañana puede cambiar todo.
Los cambios se vienen sucediendo de una manera tan rápida que no logramos darnos cuenta. Y lo paradójico es que la gran mayoría quiere estar en el ritmo de los cambios, pero al mismo tiempo no quiere salir o extender su zona de confort.
Amarrarse a un empleo seguro ya es vivir en inseguridad. Las empresas no quieren personas inmóviles. No están interesadas en empleados que envejezcan los puestos de trabajo. Quieren personas activas y cambiantes. Qué busquen retos y, sobre todo, que produzcan ingresos variables.
Por si no se dio cuenta, escribí “personas que envejezcan los puestos de trabajo”. Es el modelo antiguo, donde pasar décadas en el mismo puesto era bien visto. Hoy el puesto es definido y no puede depender de una persona. El que no avanza por pensar en su seguridad hace retroceder.
Por otro lado, las recompensas serán cada día más dependientes de los resultados. Cada vez serán menos los puestos que entregarán mes a mes la misma cantidad de ingresos. El volumen dependerá de los resultados alcanzados. Seremos cada vez más independientes que empleados.
Encerrarse en una zona de confort es el mayor riesgo que le podemos proponer a nuestro futuro. El manantial que surte al río de donde tomamos el agua puede ser desviado, represado o secado en cualquier momento.
Cambiar conlleva sus riesgos, pero prepararse para ellos, no. Puede iniciar con la capacitación para afrontar un cambio, como un próximo asenso en la empresa. Es lo que llamo extender nuestra zona de confort. Mientras disfruto de lo que tengo me preparo sin tener que salir de mi punto de equilibrio.
En mi libro ¿Forastero yo? explico la fórmula que me sirvió para vivir en cuatro países diferentes, con ocho mudanzas entre ellos. Lo separé en tres etapas: La final, la intermedia y la inicial. En ese mismo orden.
Cuando decidimos salir de la zona de confort lo más importante es dejarla, por eso le llamo la etapa final a la primera. Abandonamos el equilibrio, levantamos un pie para dar un paso, lo cual nos puede llevar al piso; y el miedo puede paralizarnos.
Podríamos añadir una etapa, la que está antes del cambio y le planteé anteriormente. Si podemos prepararnos para el cambio, estaremos más tranquilos al momento que decidamos afrontarlo. Así como cuando nos llegue sin nosotros decidirlo.
Diego Sosa
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