Hay dos tipos de personas. Los que se quejan todo el tiempo de todo, y los que se hacen protagonistas de sus propias vidas. No es que éstos últimos no se quejen, pero casi nunca esperan que les lleven la comida, sino que salen a buscarla.

Los papagayos son aves preciosas, tan bonitas que los humanos hemos decidido usarlas para adornar y tenerlas encerradas. Les encanta conversar… bueno, en realidad, repetir lo que los demás dicen. No les importa mucho estar encerrados, siempre que le lleven la comida y le hagan gracias.

¿Conocemos personas así? ¿Papagayos? Están encerradas en una jaula (puede interpretarse como un empleo), repiten lo que los otros dicen y son felices cuando al fin del mes pueden salir de compras con el dinero que le colocan en su cuenta. Mientras tanto, se están quejando pero nadie conoce su verdadero lenguaje, sólo nos parece un ruido y hasta se lo celebramos. Las quejas siempre son con la persona incorrecta, nunca con el que toma las decisiones. Cuando llega el jefe se dedica a repetir lo que él dice, con tal de que le deje caer unas semillas de girasol en su bella jaula. Aunque esté la puerta de la jaula abierta, no está dispuesto a volar, sólo le interesa tener una vida donde no le falte lo básico: agua, gracias y comida. Donde pueda hacer ruidos sin poner en peligro su habitad.

Hay otro tipo de personas, no importa que los encierren en una jaula, sueñan con la libertad. No andan cotorreando, sino que, con la frente en alto, aprovechan cualquier oportunidad para volar y buscar su comida, no importando que el domador le tenga asegurado su alimento. Es fiel, puede volar alto, pero sabe donde puede estar tranquila y regresa. Tiene una visión lejana, no sólo mira el final de su nariz… o de la de su domador.

Estas personas pueden tener un empleo, pero siempre buscan lo mejor para la empresa. Cuando se quejan es para mejorar, no para llamar la atención y hacerse las víctimas. Si les dan nuevas tareas están felices. Si les piden opinión, dan la suya. Si ven una oportunidad de volar, vuelan. Merecen ser libres, merecen buscar nuevos horizontes. No se conforman con estar encerrados en una jaula, buscan ganarse la confianza para que los dejen volar. Se adaptan a las circunstancias. Pueden ser domesticadas, aunque sean tan salvajes.

Aunque tengan un empleo seguro, buscan la posibilidad de subir en la vida. Si les cortan las alas, simplemente esperan que crezcan para poder volar. Si no los tratan como se merecen, vuelan y construyen su propio nido.

¿Qué desea ser: Águila o papagayo?

No es tan fácil, no es que podamos decir que a partir de hoy seremos águila o papagayo. Es un cambio de actitud a la vida. Es una nueva forma de enfrentar las circunstancias… es hacernos dueños de nuestro propio destino. Es no quedarnos esperando que el mundo cambie para nuestro provecho y nuestras directrices. Es dejar de soñar con un mundo mejor; es despertar y comenzar a construirlo. Y no sólo en nuestra vida… es ayudar a los demás a que tengan oportunidades para que todos tengamos un mejor porvenir. Somos animales de sociedad y en conjunto es que podemos avanzar. Lo que perjudica a los demás tarde o temprano nos perjudica a nosotros.

Y si tiene un equipo: ¿Quiere una jaula llena de papagayos o rodearse de águilas? Recuerde, el que motiva papagayos sólo obtiene papagayos motivados. Es hacerlos ver el águila que tienen dentro y animarlos a que la saquen.

Por Diego Sosa