Todo escrito, cuando es leído, genera un encuentro. Si el escrito logra promover “vida en abundancia”, entonces se convierte en un encuentro pastoral.
J. D.

Joaquín Disla

Uno de los axiomas existenciales de la vida humana que he podido identificar lo planteo de la siguiente manera: “No es posible vivir sin cargas”. Que es lo mismo que hablar de la “inevitabilidad de las cargas de la vida”.

Frente a esta dura realidad tenemos toda la libertad del mundo para asumir una actitud de negación y de escape frente a ellas, pero esta no las elimina. Todo lo contrario, lo que hace es permitir que se vuelvan más pesadas y como consecuencia, entonces, la totalidad de nuestro ser empieza a encorvarse hasta que terminamos aplastados.

En interés por entender esta dinámica me he permitido utilizar la siguiente clasificación:

  1. Cargas Tipo 1
  2. Cargas Tipo 2

Esta clasificación, más que nada, la utilizo como un recurso didáctico y terapéutico que me permite hacerlas más comprensibles y digeribles a la hora de reconocerlas, aceptarlas y trabajarlas.

CARGAS TIPO 1:
Son las que recibimos por el simple hecho de existir, por estar vivos. Son cargas existenciales. No tenemos que salir a buscarlas, incluso muchas de ellas cuando llegamos al mundo ya eran parte de nuestro equipaje. Estas tienen diferentes procedencias. Por ejemplo: de nuestras flaquezas y debilidades personales; del sistema familiar al cual pertenecemos; del país en que nos tocó nacer y vivir; de la genética que hemos heredado de uno de nuestros progenitores, entre otras.

Frente a este tipo, el apóstol Pablo en 1 Corintios 10:13b, escribió: “Pero Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean sometidos a una prueba más allá de lo que puedan resistir, sino que junto con la prueba les dará la salida, para que puedan sobrellevarla”. La enseñanza me luce clara y la podemos sintetizar con la siguiente expresión: “Dios jamás te daría una carga que no pudieras soportar”.

Así que, de cara a ellas, la fidelidad de Dios en medio de es como el monte de Sion, inconmovible: permanece para siempre.

CARGAS TIPO 2:
Son las que salimos a buscar gratuitamente todos los días o las que permitimos que otros pongan sobre nuestros hombros. He notado también que se da una combinación de estas dos; es decir, salimos a buscar cargas gratuitas que otros de manera ansiosa tienen ya disponibles para ponerlas sobre nuestros hombros. Aquí se cumple muy bien el refrán que dice: Dios los cría y el diablo los junta.

Dentro de este tipo, una que me asombra y me preocupa, por las terribles consecuencias que produce, es aquella que se genera cuando no logramos comprender y manejar adecuadamente la dinámica que se presenta en la búsqueda de la paz y de la armonía relacional.

El apóstol Pablo nos da una excelente orientación para saber gestionar de manera efectiva esta dinámica relacional y no permitir que se convierta en una carga del tipo 2. Su planteamiento es muy sabio y terapéutico. En la carta a los Romanos 8:12, escribió: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, hagan cuando puedan para vivir en paz y armonía los unos con los otros”. Desglosemos y analicemos su acertada recomendación.

1.- “Si es posible”: Está indicando con este “si” condicional que existe la real posibilidad de que “no sea posible”. No querer reconocer que esto es así es, como escribí al principio, una fatal negación.

2.- “en cuanto dependa de ustedes, hagan cuanto puedan”: Notemos que al inicio de la expresión también deja ver de manera indirecta que hay una parte que no depende de mí, sino de los demás. Hay personas que no logran entender y aceptar que la armonía relacional es fruto del deseo, acuerdo y compromiso de las partes que están involucradas.

Por ejemplo, en el caso de una relación diádica, no basta con que uno de los dos quiera o necesite de la relación; el otro/a también tiene que quererla, desearla y comprometerse. Esto implica respetar el derecho que cada quien tiene a querer o no querer participar en ella. Así como yo hago algo, el otro/a tiene todo el derecho a no hacer nada. Puedo crucificarme por la relación, pero eso no basta. Hice todo lo que estuvo de mi parte, pero el otro/a apeló a su derecho a no hacer la parte que le tocaba, y esa decisión debo respetarla.

Se nos insta a que no escatimemos esfuerzo alguno para hacer lo que tenemos que hacer independientemente de los resultados que se obtengan. Cuando hemos cumplido con nuestro deber nos queda un fuerte sentimiento de satisfacción personal. Además, produce paz interna, paz frente a Dios y nos libra del tormentoso y fatídico sentimiento de culpa, porque hicimos lo que se esperaba que hiciéramos.

3.- “para vivir en paz y armonía los unos con los otros”: Este es el mensaje central de este verso. Nos exhorta a que nos esforcemos y trabajemos en favor de la paz y la armonía. A que seamos pacificadores en cualquier vínculo relacional en que nos encontremos. No olvidemos que los pacificadores serán llamados “hijos de Dios” (Mateo 5:9). La búsqueda de la armonía y la paz se espera que sea recíproca.

A veces esta paz y armonía no se logra, no tanto porque el otro/a no pone el esfuerzo y empeño, sino porque simplemente no está en la disposición de respetar las condiciones mínimas que hemos expuesto con meridiana claridad para estar en dicha relación. Cuando estas condiciones no son tomadas en cuenta nos sentimos profundamente desconsiderados.

Por último, debo mencionar que esta dinámica de la paz y la armonía relacional empieza con los más íntimos y cercanos: Padres, hermanos/as, hijos/as, esposos/as, entre otros. Insistir en algo que no depende completamente de mí, que no está bajo mi control, terminará produciendo una carga innecesaria.

Para las cargas tipo 1 apelemos a la fidelidad de Dios. Para las cargas tipo 2 apelemos a la libertad a la cual Cristo nos llamó.

Escrito Pastoral #66

Por: Joaquín Disla
joaquin_disla@yahoo.com

Agosto 2020